No tiene paralelo en la historia el grado de inmoralidad que denotan las propuestas de Washington con respecto a Venezuela, las cuales pretende expandir hacia la Organización de Naciones Unidas que está llamada a preservar la paz y el derecho de las naciones a su autodeterminación, y no a plegarse a los intereses geopolíticos y económicos de Estados Unidos.

Mientras Norteamérica promueve la guerra económica, las sanciones y bloquea los recursos financieros legítimos de la República Bolivariana en bancos estadounidenses y de algunos aliados en Europa, hacen un show mediático proponiendo “ayuda humanitaria“ a esa nación que solo precisa que la Casa Blanca deje de fomentar su desestabilización y libere como corresponde y según el derecho internacional, los fondos monetarios registrados en bancos norteamericanos y que son exclusivamente del país del Sur, los cuales además podrían ser destinados a alimentos y medicinas para los 30 millones de ciudadanos que allí residen.

La propuesta humillante y carente de objetividad que trata de imponer EE.UU en la ONU con servilismo de algunos gobiernos resulta insólita y violenta los postulados fundacionales de esa institución rectora de las relaciones de convivencia armónica en el mundo.

Existe un ensañamiento visceral contra el noble proceso revolucionario chavista y bolivariano que cuenta con el respaldo de millones de hombres y mujeres de ese país, quienes refrendaron en las urnas al presidente institucional Nicolás Maduro, a diferencia del golpista Juan Guaidó que jamás ha sido elegido por ese pueblo, y no cuenta con legitimidad ninguna.

¿A dónde ha ido a parar la sensatez y el irrestricto respeto a las leyes, y constituciones de los Estados soberanos e independientes? ¿Se impondrá la fuerza e ignominia en el contexto internacional? Ello sería avalar el caos universal y la ingobernabilidad en el planeta.

Con solo analizar los casos de Libia, Iraq, Siria, Afganistán y otros, sería suficiente para reconocer que detrás de esas estrategias de “corte humanista” proclamadas por EE.UU. se esconde un real propósito; intervenir en Venezuela y ubicar como han intentado con el títere de Guaidó, a un mandatario fraudulento y pro-yanqui que permita la expoliación de riquezas del territorio de Bolívar y volver a sembrar el neoliberalismo salvaje que otrora causó colosales desigualdades sociales acompañadas de analfabetismo y extrema pobreza. 

Y lo que es peor, exacerban los odios entre compatriotas y provocan conflictos militares que pueden repercutir profundamente en el continente latinoamericano y caribeño, y por supuesto, también dañar al pueblo estadounidense hastiado de guerras en la cual los jóvenes norteamericanos más humildes y migrantes son los que son ubicados en el ejército estadounidense como carne de cañón.

Esa es la triste historia que desean repetir aquellos que desde sus lujosos inmuebles y hoteles deciden la vida de seres humanos.

Es también el gobierno que preside Donald Trump y que se autoproclama “defensor de los derechos humanos y la democracia” el cual sin embargo en nombre de esos principios, invade, asesina inocentes, o causa como han denominado “daños colaterales” que provocan miles de muertes y desaparecidos, además de refugiados como acontece en países de África y Oriente Medio, situaciones que no deberían repetirse jamás en la Tierra.