Enrique Martínez Celaya expone en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba (+Video y Fotos)

Enrique Martínez Celaya expone en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba (+Video y Fotos)

Definitivamente, la literatura impulsa el proceso artístico de Enrique Martínez Celaya, quien expone en la sala temporal del tercer nivel, en el Edificio de Arte Cubano, del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, ocho piezas de gran formato al óleo, cera y carboncillo sobre lienzo, concebidas en 2023, y creadas expresamente para esta ocasión, bajo el título Los muertos llaman al alba.

“Era muy importante para mí que yo no viniera a este museo con trabajos que había hecho en otra parte, ni para otras exhibiciones, sino este trabajo que está aquí, está específicamente concebido no solamente para Cuba, para el museo, sino para mi vuelta a Cuba.

Es imposible para mí no envolverme emocionalmente, con esta exhibición que es diferente a lo que exhibo en Estocolmo, o Berlín. En los últimos 52 años me han dicho de dónde eres, y he dicho de Cuba. Al llegar aquí, ya esa pregunta no es. Y eso hace una diferencia vital”.

Contar sobre cómo trabaja cada exposición fue lo que rompió el hielo cuando conversó en el espacio expositivo con la prensa nacional, justo un día antes:

Dos veces antes había vuelto Martínez Celaya a Cuba, cuando el evento familiar de su abuelo -con apenas quince años-, y luego participando en la XIII Bienal de La Habana en 2019, en el proyecto Detrás del muro, con la pieza escultórica The Sugar House: “Y para esa oportunidad traje un trineo para el malecón, que tenía una conexión con la xenofobia”.

Y continúa: “En realidad, la preparación de esta exhibición, fue una preparación para el retorno, estaba pintando, pero también estaba preparando la vuelta. Y hasta he hecho cosas como nunca antes. La pintura (al otro lado de esta pared) tiene unas citas de Wifredo Lam hecho en carboncillo, y nunca había hecho eso, en ninguna de mis trabajos hay citas de nadie. Pero ahí están esas pinturas. Esto fue parte también de la vuelta”.

Como parte del evento, Martínez Celaya cumplió un programa que incluyó un intercambio con artistas beneficiarios del Fondo de Arte Joven y un recorrido por las salas permanentes del Edificio de Arte Cubano del museo: “Visitando el museo, me di cuenta que obras de Lam están en la sala anterior a la exposición personal, y eso para mí es un schok, y no sabía que estaban tan cerca”.

La literatura, la filosofía, la ciencia… y desaprender, con estas claves marcha su pensamiento:

“El desaprender es muy importante para mí, hay dos fuerzas significativas en el artista: una es siempre sentirme como principiante, que estoy aprendiendo. Cuando hago estas pinturas me aproximo a ellas como si estuviera empezando a pintar.

El desaprender es tan significativo, en la medida que pasa el tiempo, y leemos más y sabemos más, uno de los problemas que tenemos, es que nos volvemos demasiado expertos en nosotros mismos, por eso es difícil cuando se ha avanzado en la carrera, hacer algo sorprendente. Se puede predecir muy fácil lo que se va a hacer. -Y cita al poeta norteamericano Allen Ginsberg: Soy un prisionero de sí mismo. Sería increíble que yo abriera mi boca y algo saliera que yo no me espero”.

Y explica al detalle: “La pelea de tratar de mantenerse como principiante, aprendiz, trae también una humildad, evade la repetición en el trabajo, porque uno sabe lo que hace. Eso para mí es una tortura. Volverse un esclavo de uno mismo en el trabajo.

Así en este trabajo yo quiero reinventarme, porque nunca antes he hecho una exhibición en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, como cubano. La única respuesta de eso es reinventarme”.

Sin lugar a dudas, las piezas creadas son referenciales, elementos arquitectónicos… figuras: “Hay en estas pinturas muchas citas que son muy biográficas, personales, de la historia de gente que he conocido. Pero las razones que están aquí son para ponerme en una posición de inversión de los que hago. Siento que tengo que estar involucrado, de forma que lo que haga valga la pena, la inversión de esfuerzo amerite dedicarme completamente a ella. Y la forma que logro eso es asegurarme de lo que estoy haciendo tiene algún tipo de enlace emocional conmigo. Entonces así ya se que no puedo trivializar la pintura, no puedo volverme experto en mí mismo, no puedo copiar algo anterior, porque sería una traición a ese enlace”.

A la pregunta de uno de los curadores del museo sobre las expectativas con esta exposición respondió:

“La primera expectativa es volver a Cuba y entenderme como artista en relación a Cuba, como persona ya conozco esa relación, como artista, y ver entonces qué conversación existe entre mi trabajo y lo que yo pienso con los artistas locales. A diferencia de muchos artistas cubanos que se fueron al exterior, mi carrera se desarrolló completamente en los Estados Unidos y Europa, un poco en Asia, pero mayormente en esos lugares.

Para mí, una de las sorpresas de la Bienal (XIII Bienal de La Habana, 2019), cuando vine y hablé con algunos artistas, había algunos que conocían mi trabajo, y eso me puso muy contento, es lo último que imaginara que pasara”.

Ante la interrogante del director del museo, Jorge Fernández, sobre cómo ha manejado su carrera a partir de ese reconocimiento que ha generado su obra y su origen como artista, Martínez Celaya explicó:

“Tomé unas decisiones temprano en mi carrera que fueron controversiales en el momento, en 1998 decidí no hacer ninguna exhibición colectiva, la Bienal de La Habana es la única que hice. Y la gente pensó que eso era devastador para mi carrera, las variables que uso cuando estoy trabajando son diferentes que cuando se hacen colectivas. A veces, agarran mi trabajo para exposiciones colectivas, pero yo no participo en ellas. Evité la simplicidad de las exhibiciones colectivas, cuando empecé mi carrera, especialmente cuando tienes un apellido como Martínez Celaya en los Estados Unidos. La experiencia siempre estaba circunscrita por la experiencia de los chicanos, los mexicanos que vienen a los Estados Unidos. Es muy diferente a la mía. Insistí que me dijeran los dos apellidos, que en los Estados Unidos no es fácil, y peleé con algunos prejuicios que son muy difíciles de entender.

Cuando al principio hablaba de la literatura y la filosofía alemana del siglo XIX, no mucha gente entendía como un artista de apellido latino podía estar hablando de Hegel o Kant, y lo que le sorprendía era la contestación que no venía de mi educación universitaria, sino de vivir en Puerto Rico en los tiempos de mi juventud, las condiciones políticas y económicas hacía que todos teníamos que leer Hegel, Schopenhauer, Marx, era parte de la juventud caribeña. Eso era una sorpresa grande para los americanos.

No quería hacer ningún tipo de exhibición que forzara esa lectura latinoamericana en mi trabajo. Me sentí que lo que estaba tratando de abarcar, no tenía esas divisiones. El hecho de ser cubano -no tengo que tratar de hacer otra cosa-, ya siempre vive conmigo. Yo vivo a través de cómo miro las cosas, lo que balanceo, la historia que tengo, mi preocupación con la memoria, el tiempo, la dislocación, todo eso viene de mi experiencia”.

Y confiesa: “Esto nunca lo he dicho públicamente, y mucho más en un museo, de los 57 museos en el mundo entero que son dueños de mi trabajo, solamente en uno de ellos, fue adquirido por un curador latinoamericano. Eso es un récord para un artista con apellido latino. Cuando decimos que hay prejuicios y siempre asumimos que es del exterior, de los que no son latinos. Pero la realidad, que, en el mundo del arte, hay una tendencia a comprender lo que quiere decir ser latino y si no “encajas” en esa cajita, ya no eres latino».

Desde 1995 comenzó su obra artística; mas, posee además, numerosos libros y ensayos de ficción, poesía, ciencia y filosofía.

Para abril venidero tendrá un encuentro en el Museo Metropolitano de Arte, Nueva York, con Roald Hoffmann, Premio Nobel de Química 1981, quien también es poeta:  

“Vamos a hablar entre la razón del arte y la ciencia que siempre para mí me parece muy importante. La física es un proceso de entender lo que sabes y no sabes y cómo puedes investigar. La claridad que te ofrece el entendimiento del tiempo, la perspectiva que te da la posición humana comparada con el mundo entero, es muy poderosa. Para mí la física y la filosofía están muy conectadas, junto con la poesía de cierta forma. Sigue siendo una influencia en mi vida, aunque ya no hago Física”.

A la interrogante del crítico y curador Nelson Herrera Ysla, acerca de los elementos arquitectónicos y otros detalles en las piezas expuestas, responde:

“Hacer estas pinturas formalmente tan estrictas, tan limitadas, responde a que quería que fuera un recorrido arquitectónico por un poco de historia de Cuba, como trasfondo, que yo conocí visualmente. De las memorias que tengo visuales, casi todas son de interiores, y yo no pinto interiores normalmente. La decisión de hacerlas todas en carboncillo, como memorias alusivas, que no las puedes agarrar… Todas comenzaron ahí. En mi trabajo creo centralmente, -acabo de descubrir a Amelia (Peláez) que componía los elementos centralmente-, como las hago yo, como íconos. Sobre las obras, en óleo y cera, quería entonces hacer una intersección ofrenda muy particular, con ese trasfondo de arquitectura.

El peso que tienen estas imágenes centrales requirió mucho escribir y también de no usar la técnica que tengo, que no me importa lo que pongo, porque lo puedo pintar 50 veces. Aquí una vez que destruya el carboncillo, no puedo reconstruirlo otra vez. Porque sé que el carboncillo está sellado, con un yeso transparente. Así, que tenía la oportunidad de hacerlo una vez, eso aumentó el riesgo para mi trabajo mucho más”.

De los puntos en común con Lam, refirió: “A veces es un poco extraño hablar de coincidencias, no lo hice intencionalmente, este retrato lo trabajé, hay varias versiones de él, y como lo estoy trabajando desde mi mente, no uso referencias, no me sorprende que haya intersección con ello. Me encontrado con la obra de Lam, en muchas circunstancias en Europa y los Estados Unidos, -sin conocer muy bien la biografía de Lam-, me proyectaba un poco a estas experiencias de estar en el exterior, moverse, y también mantener algún vínculo original con lo que uno trabaja. Entonces todo ello me parecía un familiar”.

Este encuentro edificante finalizó con las palabras del también curador Jorge Fernández, cuando señaló que este proyecto pudo ser posible por la sensibilidad de dos cubanos, Enrique Martínez Celaya y Nivaldo Carbonell, presidente de la Fundación Los Carbonell, que han sido el soporte para esta exposición:

“Es difícil que un artista con la obra de Martínez Celaya, con su carrera artística, que todos los coleccionistas y galeristas quieren llevar, su proceso de trabajo, ese gran esfuerzo intelectual, físico, de desgaste, de compromisos con una cantidad de exposiciones por hacer, pudiera agendar esta exhibición en el museo, él le dio una prioridad extraordinaria. Teníamos un espacio en el Edificio de Arte Universal, y manifestó que no, Ꞌquiero estar en el de Arte Cubano. En los Estados Unidos eres universal, en Cuba, eres cubanoꞋ”.

Para beneplácito del museo, Martínez Celaya de conjunto con la Fundación Los Carbonell donó una de las piezas, Lo que queda por contar. Fernández agradeció profundamente el hermoso gesto.

Edelvis López Zaldívar