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Arte y Cultura

La nube en los ojos

"Mucha fuerza da al gallo la carne de vaca". José Martí.
"Mucha fuerza da al gallo la carne de vaca". José Martí.

El autor medita sobre el destino de Cuba a través de los gallos

El gallo acompañó a José Martí tan pronto como el caballo, pero más lejos que éste, lo acompañó a la sobrevida, al punto de que a la más leve convocatoria de uno suele comparecer el otro, y de la manera más conforme a la naturaleza del ave: el canto.

Entre las tonadas que el pueblo cubano cita apenas el infortunado destino de su país enciende la conversación está la “Clave a Martí”, compuesta a finales del siglo XIX y recompuesta a principios del siglo XX, donde se echa de menos la presencia del héroe en medio de las calamidades que sufría la república. La decepción del pueblo cubano ante el rumbo que tomó Cuba luego de alcanzar su independencia, y su desvalimiento ante la ineptitud de sus gobernantes para realizar los sueños que justificaron la guerra, no hallaron mejor caja de resonancia que esa tonada a la que se le adaptó una nueva letra:


Martí no debió de morir,
¡ay, de morir!
Si fuera el maestro del día,
otro gallo cantaría,
la patria se salvaría
y Cuba sería feliz.

Gallo y caballo se disputan la preferencia de Martí en el primer manuscrito suyo que se conserva: una carta escrita a su madre, a los nueve años, desde el interior de la isla. Luego de elogiar su cabalgadura, a la que dice engordar “como un puerco cebón” y enseñar a caminar enfrenada “para que marche bonito”, revela:

Todavía tengo otra cosa en que entretenerme y pasar el tiempo, la cosa que le digo es un “Gallo fino” que me ha regalado Dn. Lucas de Sotolongo, es muy bonito y papá lo cuida mucho, ahora papá anda buscando quien le corte la cresta y me lo arregle para pelearlo este año, y dice que es un gallo que vale más de dos onzas.

Desde entonces el ave va a llamar su atención desdoblada en objetos tan diversos como los alfileres de corbata que lucen algunos miembros del Partido Demócrata de Estados Unidos, que la han adoptado como emblema, hasta algunas figuras que pueblan un parque de diversiones neoyorquino donde las multitudes se cuelgan de un grifo de madera, cabalgan en un gallo, se sientan entre las dos gibas de un dromedario, se montan sobre la cola de un pez, a que les den vuelta en son de música…

El gallo sirve a Martí para censurar a los escritores que padecen “una necesidad vil” de plegarse a la moda: Están casi siempre poseídos del apetito de la novedad, de aquella pobre loca de que habla la Santa Escritura. Pues, por Dios que ya que son hombres, deben serlo; y no que en cuanto asoma uno por el gallinero, con cacareos de gallo triunfante, cresta saliente y colorines de Victoria, ya toda la gallinería se puso en pie, y va tras el gallo, y cacarea como él, y usa sus colores.

Lo que se diga del ave y, más aun, la forma en que se diga no le interesarán menos. Su pasión por el idioma lo llevará a transcribir conversaciones escuchadas en plena selva guatemalteca, destacando expresiones locales que le divierten e intrigan:

--¡Acuérdese, señor! mi gallo estaba despichado, plenamente despichado, mi señor; cuando que viene el otro, que era un gallo de Cobán, un animal florido, de lo que hay de grande, mi señor; le da un pechazo al zambo, y acuérdese que dio mi gallo un grito, dio un volío, sin “naá” de vuelta de gato, y de un tiro, de un tiro solito, lo rajó.
--¡Ah, qué gallo galano!
--Pero acuérdese que le entra una “devanazón”, y fue volteando hasta la cerca de “ño” Chepillo, y cuando lo vine a alzar, ¡acuérdese qué pena! se había degollado por la navaja, mi señor.
--Eso fue que no lo amarró bien el señor Catalino Manar.
--No, mi señor, que yo lo recuré, y quede que lo amarrara mi compadre. Pero ¡acuérdese! que allá tengo en Santiago un pollo giro y el sábado lo voy a traer al desafío con la gallina blanca cobanera; porque mi pollo tiene once alzas, mi señor, y con ese todo gallo es “temagá”.

Martí observa al jinete devenido en cuentero y su lenguaje corporal le resulta tan admirable como su facundia cuando, sueltas las bridas de su montura pero sin descabalgar, escenifica una pelea:

cuenta con ardiente verba los vuelos, arrebatos, ganancias, muertes, tiros de sus animales de sangre de ira y oro. Él extiende los brazos para hablar del “volido” milagroso; él menea la cabeza para imitar la agonía de su tordillo, luego señaladamente, haciendo rueda con ella y con sus manos, para hablar de la “devanazón”, se echa atrás el sombrero, y como quien ha menester más aire y luz, para describir “la pelea a pico”, y recogiendo la brida, como quien vuelve a la existencia natural, y sacudiendo las piernas sobre los costados de la mula, sonríe satisfecho, y saborea con dilatada complacencia su narración, sus recuerdos y sus triunfos.

Muchos años después, en el penúltimo de sus diarios, escrito entre República Dominicana y Haití, los conocimientos y la fraseología de un humilde gallero volverán a cautivarlo. La guerra orquestada por él está a punto de estallar, las preocupaciones lo agobian, pero lo que escucha le atrae demasiado para no anotarlo:

Pilaban arroz, a la puerta de la casa, la mujer y una ayuda; y un gallo pica los granos que saltan. “Ese gallo, cuidao, que no le dejen comer arroz, que lo afloja mucho”. Es gallero Manuelico, y tiene muchos, amarrados a estacas, a la sombra o al sol. Los “solean” para que “sepan de calor”, para que “no se ahoguen en la pelea”, para que “se maduren”: “ya sabiendo de calor, aunque corra no le hace”. “Yo no afamo ningún gallo, por bueno que sea: el día que está de buenas, cualquier gallo es bueno. El que no es bueno, ni con carne de vaca. Mucha fuerza que da al gallo la carne de vaca. El agua que se les da es leche; y el maíz, bien majado. El mejor cuido del gallo, es ponerlo a juchar, y que esté donde escarbe; y así no hay gallo que se tulla”. Va Manuelico a mudar de estaca a un giro, y el gallo se le encara, erizado el cuello, y le pide pelea.--De la casa traen café, con anís y nuez moscada”.

El último de los gallos que ocupa a Martí es cubano. Lo menciona en el último de sus diarios, apenas un mes antes de su muerte, como prueba del poder de la medicina natural:

En un grupo hablan de los remedios de la nube en los ojos: agua de sal –leche del ítamo, “que le volvió la vista a un gallo”.

Las virtudes del ítamo, planta cuyo verdadero nombre es díctamo real, no fueron debidamente aprovechadas por los demás cubanos, que de haberse humedecido los ojos con su látex, hubieran previsto las calamidades que su ceguera política atraería sobre el país.

Que la supervivencia de José Martí hubiera determinado qué gallo cantaría en Cuba a partir de la instauración de la república demuestra hasta qué punto la naturaleza, y de manera especial la fauna, eran sensibles al amor que este hombre les profesaba. En uno de sus cuadernos de apuntes puede leerse:

El canto es luego: hoy es el tono llanto.

Se diría que es cosa del gallo que, según la tonada, no alcanzó a cantar.

Carlos Acosta "baila" su vida para la cineasta Icíar Bollaín

El sueño de Carlos Acosta (d), era convertirse en futbolista en su barrio de La Habana.
El sueño de Carlos Acosta (d), era convertirse en futbolista en su barrio de La Habana.

En el largometraje "Yuli", Bollaín cuenta como el famoso bailarín cubano, que quería ser es futbolista" en su niñez, se convirtió en la estrella que es hoy.

El sueño de Carlos Acosta era convertirse en futbolista en su barrio de La Habana, pero su padre le "obligó" a estudiar danza para disciplinarle. Se convirtió en el primer bailarín negro en interpretar papeles para blancos, forjando una leyenda que ahora "baila" para Icíar Bollaín en Yuli.

Con guión de Paul Laverty y música de Alberto Iglesias -tándem que ya trabajó con Bollaín en También la lluvia (2010)-, la cineasta empezó a rodar Yuli el pasado mes de noviembre en Cuba y, ahora, continúa en Madrid las grabaciones de este filme basado en la vida de una figura "muy interesante y atractiva", explica a Efe la cineasta.

Acosta se convirtió en el primer bailarín negro en interpretar papeles para blancos, forjando una leyenda que ahora "baila" para Icíar Bollaín.
Acosta se convirtió en el primer bailarín negro en interpretar papeles para blancos, forjando una leyenda que ahora "baila" para Icíar Bollaín.

En la cinta, que la realizadora espera que pueda estrenarse en otoño de este año, Acosta (La Habana, 1973) se interpreta a sí mismo -aunque en la parte coreografiada de la producción interpreta a su padre-, mientras que el bailarín Kevyn Martínez, de la compañía que Acosta fundó en Cuba en 2015, da vida al protagonista en su veintena.

"Es una historia extraordinaria. Carlos es extraordinario como bailarín, uno de los mejores de su generación, y luego tiene una historia muy curiosa, porque no quería ser bailarín. Ha llegado a lo más alto, pero viene de un barrio humilde y él lo que quería ser es futbolista", comenta la directora de producciones como El olivo y Te doy mis ojos.

Acosta acabaría conquistando no los estadios sino los teatros de medio mundo, y, en vez de la Bota de Oro, ganaría premios como la Medalla de Oro en el Prix de Lausanne, el Gran Premio en el cuarto Concurso Bienal Internacional de Danza de París, el Premio Danza Vignale (Italia) y el Premio Frédéric Chopin.

Una carrera estelar -que incluye participaciones en cine, como el fragmento que protagonizó en New York, I Love You y que dirigió Natalie Portman- que Acosta ha cosechado gracias a su padre, un camionero "casi analfabeto" que le "obligó" a cursar estudios en danza, explica Bollaín, para "sacarle de la calle" y del "futuro que tenía de delincuencia por el barrio en que vivían".

Bollaín empezó a rodar "Yuli" el pasado mes de noviembre en Cuba.
Bollaín empezó a rodar "Yuli" el pasado mes de noviembre en Cuba.

Se formó en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba, con maestros como Ramona de Saá, y se convirtió en el primer bailarín negro en interpretar algunos de los papeles más famosos del ballet, escritos originariamente para blancos, en compañías como el Houston Ballet o la Royal Ballet de Londres, donde ha sido primer bailarín más de 15 años.

Ahora Bollaín lleva al cine esta vida "fascinante", que narra a través de la danza y desde la actualidad.

"La película se cuenta desde el presente: Carlos Acosta está haciendo con su compañía un espectáculo ficticio sobre su vida, que se llama como la película, Yuli. Vemos coreografías de baile contemporáneo, que ha coreografiado María Rovira, con partes de la vida de Carlos".

"Por ejemplo -precisa-, hay un momento de la vida de Carlos en el que va a Houston, y allí se hace una estrella. En la película eso se baila, no nos hemos ido a Houston, sino que eso es una coreografía".

La cineasta comenta que para ella ha sido "fascinante" rodar danza y "narrar" a través del baile este "'biopic' con el 'biopicado' dentro" que tiene, también, varias lecturas, desde la relación del bailarín cubano con su padre y con su propia trayectoria profesional, hasta la historia de las "dos o tres" últimas décadas de Cuba.

Yuli, una coproducción entre España, Francia, Alemania, Cuba y Reino Unido en la que también actúan Santiago Alfonso, Laura de la Uz y Yerlin Pérez, concluirá la próxima semana su rodaje en Londres, ciudad de acogida del protagonista de este filme, uno de los diez títulos españoles de 2017 que han obtenido ayudas del fondo europeo Eurimages.

(EFE)

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Artista revelará en París un "testamento" de Fidel Castro hallado en una botella

Luis Manuel Otero y su pareja Yanelys Núñez realizan trámites de viaje en la Embajada de Francia, en La Habana, el 12 de enero.
Luis Manuel Otero y su pareja Yanelys Núñez realizan trámites de viaje en la Embajada de Francia, en La Habana, el 12 de enero.

Luis Manuel Otero Alcántara desea que todos los cubanos, en cualquier parte del mundo, estén pendientes de tamaña revelación: el artista asegura ser el poseedor exclusivo de la última voluntad de Fidel Castro.

El artista cubano del performance Luis Manuel Otero Alcántara presentará en París el "testamento" del difunto dictador Fidel Castro hallado dentro de una botella de Havana Club cuya ubicación reveló el exgobernante al artista en un sueño.

La obra titulada "Otro Tratado de París" será presentada en el Centro Pompidou de París el próximo 24 de enero, junto a su pareja, la historiadora del arte Yanelys Nuñez, según confirmaron ambos a Martí Noticias.

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En declaraciones anteriores al portal digital Diario de Cuba, Otero Alcántara adelantó que su objetivo es desacralizar la figura del dictador. “Él decidía de una manera u otra la vida de millones de personas, y ahora nosotros no podemos elegir qué queremos hacer con él. Nos está prohibida la manera personal en que queremos o no recordarlo. Por eso nace esta obra”, dijo el artista.

El artista no reveló más detalles para mantener el interés de su público, cada vez más amplio por el impacto mediático de sus últimas propuestas artísticas, pero aseguró al medio de prensa sentirse "muy motivado" para realizarla.

Otero Alcántara desea que todos los cubanos, en cualquier parte del mundo, estén pendientes de tamaña revelación: el artista asegura ser el poseedor exclusivo de la última voluntad de Fidel Castro.

En diciembre pasado, Otero Alcántara sufrió dos detenciones por parte de la Seguridad del Estado cubano. Fue arrestado antes del 17 de diciembre, cuando realizaba una peregrinación al santuario de El Rincón para pedir a San Lázaro libertad para Cuba.

Luis Manuel Otero Alcántara, en la etapa final de su peregrinación.
Luis Manuel Otero Alcántara, en la etapa final de su peregrinación.

Luego volvió a sufrir una detención, el 22 de diciembre, en los bajos de la Galería de Arte independiente El Círculo, en el Vedado, donde se presentaba el monólogo "Psicosis", dentro del Festival Poesía sin Fin.

Consultado por Diario de Cuba sobre posibles trabas por parte de las autoridades para impedirle viajar a París, el artista aseguró que todo está organizado para presentar su performance.

"Si no logro estar allí la obra se realiza, si no me permitieran viajar no me quedaré de brazos cruzados en el aeropuerto", advirtió.

(Con reporte de Yolanda Huerga e información de Diario de Cuba)

El animal de José Martí (Quinta parte)

El amor encorva la frente de los tigres. (José Martí)
El amor encorva la frente de los tigres. (José Martí)

Las fieras de José Martí son más fieras cuando, lejos de merodear al ser humano, lo habitan. El autor recuerda el encuentro de Martí con un tigre de trenzas negras.

Un trigal es un tigral cuyas fieras se han transformado en espigas que lejos de amedrentar al hombre han resuelto suministrarle alimento.

Un error ortográfico o de dicción puede devolver a la planta su naturaleza animal, de ahí que escribir o pronunciar cualquiera de las dos palabras exija cautela, sobre todo cuando se ronda o visita un campo de trigo. El ramillete de florecillas puede desdoblarse en hocico; los granos, en dientes; las hojas, en bigotes; las raíces, en zarpas; el color amarillo, en anaranjado; los grupos de tallos doblados por la brisa, en lomos; los espacios vacíos entre los tallos, en rayas.

No en balde la Real Academia Española ha preferido que el neologismo tigral, aun siendo tan hermoso, permanezca inédito, confinado al hábitat de la obra de su autor:

¿A qué me dieron
Para vivir en un tigral, sedosa
Ala, y no garra aguda? ¿O por acaso
Es ley que el tigre de alas se alimente?


Las fieras de José Martí son más fieras cuando, lejos de merodear al ser humano, lo habitan. Dentro de éste, y hasta de sí mismo, le son familiares; fuera, no; fuera las buscó para admirarlas y medir, arriesgado, su propio valor: Aquí, más que silba, ruge y gruñe la víbora; allá, más que canta, parlea un menudo cotorral; huye con gran estrépito, inacorde y antipático, una bandada de pequeños monos; el corazón late de un dulce miedo y de placer imaginando que ese ruido bronco es tal vez el de un tigre atrevido que lo espera al pasar. Y se dice que los tigres fascinan; como los leones; que el valor humano obedece a una influencia física, que lo inermiza, ígneamente asentada en la pupila de la fiera; que sus miembros de acero, corvos y ágiles, esquivan a saltos su gallardo cuerpo del ojo más certero; del brazo más osado. ¡Brava iluminación para la selva, los dos ojos de un tigre bien crecido!

Vale la pena destacar cómo Martí se distancia de su propio corazón o se reduce a él y supone al tigre, más que acechando al hombre, acechando esa víscera suya, y la describe encantada, como si todo fuera cosa entre el animal y ella.

La frase final del párrafo está compuesta por dos versos endecasílabos, de manera que no se trata de una exclamación a secas sino de un acorde sobrepuesto a un patrón rítmico, prueba de que el autor, además de escribir, componía, en el sentido más musical del término, y que probablemente lo hacía de forma involuntaria, aunque luego fuera el primero en percatarse de esa rara mezcla de don y fortuna:

¡Brava iluminación para la selva,
los dos ojos de un tigre bien crecido!


Esa mirada que fulge y es capaz de alumbrar la maleza devuelve al tigre de William Blake, que arde en los bosques de la noche y en cuyos ojos chisporrotea un fuego procedente de quién sabe qué cielos o abismos.

Pero no hay tigre más espléndido en la obra de Martí que el que le ofrece y luego arrebata, en 1877, una mujer de nombre grecorromano que habita una región inhóspita de Guatemala: Es esa misma Teosia, de ojos verdes salvajes, de esa tez blanca sin vida y sin venas, que más parece repelente máscara que cutis. Las raquíticas trenzas, atadas con cinta morada sobre la frente, semejan flechas negras, siempre a punto de desatarse sobre el que en ellas pone ojos. Huélganle los dientes en la boca; y se le anudan en el ceño las arrugas: ese cuerpo, cuadrado y desenvuelto, es tan feo que parece enfadado; ese cuerpo impudente y descortés (…).

Martí se aproxima al portal del establecimiento de Teosia, averigua si hay café y antes de que ésta, grosera, se encoja de hombros, gruña y le pregunte si no sabe beber leche, nota: ¡Ah, qué mirada! Hay en ella desconfianza, brutalidad, atrevimiento, desafío, todo lo que hay en unos ojos verdes que brillan, encendidos en un rostro feo, bajo dos cejas ríspidas y negruzcas. La mujer murmura, dando vueltas al delantal y encogiéndose de hombros, unas palabras que no entiendo (…) Entre; me dijo, y me volvió la espalda. ¡Hasta en la espalda me pareció verle los ojos!

Martí ata su mula, sigue a la tendera y escribe: Heme al fin con un encuentro singular; con una mujer, que puesto que no es tentadora, ni hermosa, ni amable, no es mujer; con un fruto vivo de esta tierra seca; con un cuerpo sibilítico en que ha encarnado el espíritu del tigre que busco ¡esto es, he aquí mi tigre! (…) Por eso están secas estas llanuras, porque esta mujer las ha abrasado con su mirada. Por eso ha desnudado las hojas de los árboles: porque odia la belleza. Por eso ha bebido todas las aguas de las cañadas y los ríos, porque ella, espíritu avernal, padece eterna sed. De arenas es el trillo, porque así conviene a sus pies de raíz y caracol.

--Aquí tiene el cafecito, mi señor. ¿Lo quiere con marquesote o con semita? Y, verdad; ahí está el café; ahí humea en porcelana transparente. ¿Pero qué voz es ésta que al turbado ánimo vuelve aquel vigor pasado? Pues es la voz de la mismísima Teosia, quien, estirada la camisa, aliñada la trenza, y refrescado el rostro, viene si brusca, cariñosa, a robarme mi tigre del camino.

Un leve acicalamiento y un cambio de actitud en la mujer, una coquetería súbita, bastan para que Martí vea desvanecerse la fiera que, después de tanta expectación, había encontrado.

Marquesote y semita son panes característicos de América Central elaborados con diversos tipos de harina. Martí prefiere el segundo, hecho por Teosia con harina de trigo.

La selva es ya trigal; el tigre, espiga.

El animal de Martí (Cuarta parte)

¿Cuál pudiera vencerla en coquetería? (José Martí)
¿Cuál pudiera vencerla en coquetería? (José Martí)

La descripción de esta vaca asombra porque de tanto mirarla y reconocer sus atributos. El autor muestra al poeta seducido por los encantos de una vaca.

No existe en la literatura cubana una ganadería más sorprendente que la reunida por José Martí en una crónica publicada en 1887, en el diario “La Nación” de Buenos Aires, luego de recorrer una feria neoyorkina. El autor deambula entre la multitud de reses expuestas y tan pronto admira a un toro galán e impetuoso llamado Pedro, cuyas hembras parecen como traídas a tierra por el peso de sus ubres, como elogia a Sir Henry Mapplewood, un toro abnegado pero desprovisto de aquella graciosa majestad del anterior. Los toros le parecen catedrales dormidas y celebra que entre las costillas del Holstein, cuyos huesos atraen la carne a donde debe estar, no quepa, como entre las costillas de algunos congéneres, toda la luz del día.

Pedro, que mejora y señorea su manada, ha sido seleccionado como supremo ejemplar de su raza, y entre músicas y aplausos, el cubano se enorgullece de que luzca nombre español: Puerilidad será: pero acorralado de todas partes por la lengua inglesa, ¡daba gozo que este triunfador se llamase Pedro!

La irrupción del nombre en medio de un vocerío angloparlante y el solo hecho de que lo ostentara el toro más admirado de la exposición alegran a Martí, que no duda en describirse apabullado por la supremacía del inglés, un idioma que, aun siendo de su dominio, aviva su condición de extraño. El exiliado que reside en países de lenguas distintas a la suya sabe hasta qué punto el encuentro con una sola palabra puede conmoverlo y, por un instante, repatriarlo.

Martí observa a los jóvenes que asisten al evento y califica de agansado el modo de caminar de algunos; de abestiada la frente de otros, y distingue, entre un grupo de ellos, gallos finos y quiquiriquíes. Pero son las vacas las que acaparan su atención, y entre ellas, una de la raza Jersey llamada Eurotas: ¿cuál pudiera vencerla en coquetería?, arguye. La descripción de esta vaca asombra porque de tanto mirarla y reconocer sus atributos, Martí no sólo acaba adjudicándole rasgos humanos sino haciéndolo con una minuciosidad rayana en lo erótico:

Así es la vaca de Jersey, pulcra y regalada: ella sabe que su leche amarilla es oro puro, y que se disputan los establos sus terneras, porque no hay crema más suave; ella sabe que es bella: es vaca de salón, de seda toda y hasta el color, que del aire padece, va diciendo lo puro de su raza. Es más felina, más femenina que las otras castas; y con sus ojos procaces y seguros, de negras ojeras; con su oreja menuda ribeteada de vello voluptuoso; con sus cuernos de juguete, brillantes y retorcidos; con su cuello de onda y pies de cierva; con su piel clara y lúcida, recamada de pelo lacio y fino; con sus flancos capaces, como para que la maternidad no la fatigue; con el encuentro de las ancas bien holgado, como para que la ubre de delicados pezones tenga libre juego; --allí parece, tendida negligentemente sobre su limpia cama de aserrín, damisela entretenida que aguarda sin pasión la hora galante.

Maravilla una frase: y hasta el color, que del aire padece, va diciendo lo puro de su raza. La delicadeza de ese color es tal que hasta la rozadura del ambiente le es incómoda, y revela la alcurnia de la res. Pero no es una frase: son dos versos endecasílabos. Quien los dice en voz baja agradece su música.

No creo que haya retrato de mujer en la obra de José Martí de una sensualidad semejante a la que exuda el de esta vaca. A veces se tiene la impresión de que el autor, encandilado, ha perdido el sentido del límite y de que su regodeo responde a algo más que un afán preciosista de captar una imagen. Martí no reseña: goza, como si lejos de empuñar una pluma acariciara un cuerpo y no quisiera que esa caricia terminara, que ese cuerpo terminara. Es la voracidad del poeta que al posar la vista sobre una realidad cualquiera la magnifica, redescubre y, seducido por ella, procede a apropiársela. Le atraen la limpieza del animal, la mirada provocadora y firme, las ojeras oscuras (típicas de los trasnochadores de vida disipada), el encuentro holgado de las ancas, los pies de cierva y los tiernos pezones. La oreja breve y afelpada y el cuello de onda se dirían premonitorios de un poema de Versos sencillos:


Mucho, señora, daría
Por tender sobre tu espalda
Tu cabellera bravía,
Tu cabellera de gualda:
Despacio la tendería,
Callado la besaría.

Por sobre la oreja fina
Baja lujoso el cabello,
Lo mismo que una cortina
Que se levanta hacia el cuello…


Otras vacas le entusiasmarán: la Duquesa de Smithfield, Mrs. Langtry, Clotilde y Lady Fay. De algunas dice que no parecen princesas de la leche, sino damas de buen pasar, a quienes en los quehaceres de la casa se les han crecido tobillos y muñecas. Un joven vaquero le comenta cuán susceptible es este animal de transmitir al feto cualquier rareza que vea o le suceda cuando está para la familia, y respalda su aserción destacando el caso de un novillo cercano: El ternero, señor, salió blanco; porque la madre en una ocasión vio pasar a un torete así de otra majada. La verdad es, aunque no lo digan los libros, que la vaca tiene el seso flojo… Bastó que la res anhelara aparearse con un toro blanco para que el hijo, aunque de toro distinto, heredara el color de aquél.

"Venus del espejo”, Diego Velázquez (1599-1660)
"Venus del espejo”, Diego Velázquez (1599-1660)

De la pareja Holstein, Martí anota: Él es discreto, honrado, amigo de pagar en cría lo que recibe en el pesebre; ella es seria, recatada, hacendosa, y como la matrona de las vacas. Y de un ejemplar de la raza Ayrshire, de ojos conversadores y vivaces: toda ella es mujeril, agraciada y sincera… Ella es la vaca esposa. La de Jersey es la vaca barragana, es decir, la única dispuesta a convivir con un toro sin haber contraído matrimonio con él; la concubina.

Echada sobre su limpia cama de aserrín, la vaca Jersey de Martí es la "Venus del espejo” de la literatura cubana.

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