CIÉNAGA DE ZAPATA.— El naturalista Bernardo Santana explica que cuando llega a oídos de algunos conocidos la noticia de que él dirige la Estación de Reproducción de Cotorras, lo aturden con la misma cantaleta: “Todos quieren una cotorra como mascota”, comenta sonriente.
Insiste en que la existencia de esa unidad, única de su tipo en el país, no persigue satisfacer la curiosidad insaciable que muchos tienen por esas pintorescas aves. “Prefiero no pasar por la vergüenza de negarle a las personas, algunas muy allegadas, de que algo así es extravagante e ilegal. Tardan en entender que la finalidad principal del centro es lograr la reproducción de la cotorra cubana (Amazona leucocephala) en cautiverio y así proteger a las poblaciones salvajes”.
Santana, con más de 20 años en estos trajines, reprocha la tendencia creciente en la captura ilegal de la cotorra, precisamente porque es muy fácil domesticarla. Insiste en que otro objetivo de la Estación es la educación ambiental, básicamente la que va dirigida a los jóvenes y pioneros en las escuelas.
El centro está ubicado en la finca conocida como San Isidro, a unos diez kilómetros de la localidad de Jagüey Grande y algo más distante de Playa Larga. Su creación se funda en el principio de un programa para salvaguardar a las especies animales en extinción en la Ciénaga de Zapata.
La veda para resguardar además el entorno y la biodiversidad alcanza, entre otras especies, al manjuarí, el cocodrilo y todas las aves amenazadas.
En estos momentos disponen de 35 parejas y decenas de ejemplares de cotorras más jóvenes. Explica Zeida García, una de las criadoras, que la atención es sistemática y requiere de una permanente observación y comenta que las cotorras se reproducen una vez al año y que en este periodo productivo ya han logrado 90 huevos y cinco crías.
Como detalle curioso, significa Santana, se trata de un ave muy difícil de detectar el sexo, que puede durar hasta 30 años y que en el medio silvestre suelen formar pareja para toda la vida. Agrega que se alimentan de semillas y frutas preferiblemente, aunque en la Estación reciben un pienso especial para su alimentación.
Quienes llegan de visita enseguida se complacen en demostrarle afecto a las sonoras cotorras, a las que los escasos trabajadores que allí laboran atienden con cariñosa diligencia. Únicamente en etapa de reproducción las aves se ponen algo furiosas y acostumbran a abalanzarse, sin duda en defensa del nido o de los pichones, dice Zeida.
Comenta Santana que una de las mayores conquistas desde la creación del centro, está a punto de producirse. Este año existe el propósito de incorporar cuatro o cinco parejas a su medio natural, una decisión atrevida si se tiene en cuenta el alto índice de depredación.
Para los especialistas lo más importante es la localización del área adecuada para ello, pues de lo contrario pudieran abandonarlas al albedrío del pillaje de su principal depredador: el hombre.
En este sentido, hacer comprender a la población que el “obsequio” de una cotorra constituye un soplo de vida menos para esta preciosa ave en extinción, es el mayor reto que enfrentan.
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Armando Cardona dijo:
1
23 de abril de 2014
22:31:11
Raul(2) dijo:
2
23 de abril de 2014
22:52:58
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